Pérez Burrull no lo vio, y solo cuando los jugadores rojiblancos se le echaron encima fue a consultar al cuarto árbitro y rectificó su error, expulsando a Marchena y señalando el penalti a favor del Atlético. Tras aquel partido, Gil explotó en cólera, con unas declaraciones en las que amenazaba con despidos, camisetas de futbol y con hacer que los jugadores volviesen a la península nadando.